No concibo la vida sin cicatrices. Las cicatrices son experiencias. Es la expresión física o psicológica de la propia vida. No hay guerras ganadas sin cicatrices al final de la batalla. Las cicatrices son el resultado de las luchas internas y externas que tenemos con nosotros mismos.
Son recuerdos y anécdotas, tanto divertidas como dolorosas, pero al fin y al cabo anécdotas. Historias que contar. Todo lo que se rompe tarde o temprano se acaba regenerando y queda plasmado en forma de cicatriz.
Una cicatriz te marca la piel de por vida, pero también la mente. Solo nosotros mismos somos dueños de ellas. Somos los que decidimos cómo queremos que se vean reflejadas, si de una manera negativa, o viendo el lado positivo de ese momento en concreto que te dejó marcado tu cuerpo o alma.
Una cicatriz es el tatuaje involuntario que queda sellado en tu piel, por alguna razón, para siempre. Las cicatrices son las consecuencias de todas esas piedras que nos ponen en el camino y la manera en la que intentamos esquivarlas.
No hay amor, no hay dolor, e incluso no hay alegrías sin cicatrices. Deja de importar tanto el sufrimiento que produce la herida, cuando lo que queda es el aprendizaje. Y eso, lo que se crea después del daño, es la cicatriz. El final de cualquier error, y el principio de una enseñanza.
Las huellas que dejamos los hombres suelen ser cicatrices”. – John Green